Estoy cansada de estar cansada
Parece que hay una lista interminable de cosas por hacer.
¿Por dónde debería comenzar? Mientras pienso en ello, todo lo que me gustaría hacer es volver al sillón para acostarme. ¿Por qué me siento así? Es como si hubiera un enemigo dentro de mí y siempre perdiera la batalla, uno de los muchos disfraces tras los que se esconde la FATIGA CRÓNICA.
Tareas tan “normales” como levantarme de la cama, a cuestas con la rigidez matutina de mis músculos (lo sé, me acabo de levantar y tendría que sentirme mejor, pues no), preparar el desayuno o recogerme el pelo con una coleta me dejan tan cansada, que después de ducharme me tengo que tender un rato y levantarme de nuevo para volver a la vida diaria. ¿Atarme cordones ?, ¿abotonarme camisas? Para qué, si hay unas sandalias con velcro estupendas y camisetas que salen planchaditas de la secadora.
¿Y esos seis o siete peldaños que tengo que subir o bajar para llegar al garaje? Soy una de esas mujeres anónimas que han culminado la subida a todas las montañas más altas del planeta, al menos a mi me lo parece.
Cada cosa que hago va bajando el nivel de energía que tengo y la fatiga aumenta por arte de magia. Eso sin contar con el dolor generalizado, la impotencia por no poder hacer las cosas, la incomprensión tan destructiva de los que no ven mi enfermedad, porque es “invisible”, el deseo y la frustración, la negación y la aceptación, y seguir intentando hacer un poquito más hasta que realmente estoy agotada y me duele todo el cuerpo y los calmantes no me alivian y lloro de desesperación y de tristeza.
No quiero que mis hijas me vean así, tumbada en el sofá sin poder moverme, disimulando las lágrimas cuando puedo, sintiendo que el cuerpo en el que vivo no me responde. Yo estoy dentro, atrapada, derrotada. Hay enfermedades peores, ya lo sé, pero eso no me ayuda en los momentos de crisis agudas.
Tengo que aprender a parar cuando aún estoy a tiempo de recuperarme. Dicen que el descanso es la solución más evidente para lidiar con la fatiga, una siestita corta, por ejemplo, un período de descanso que le da a mi cuerpo una oportunidad para recuperar el control. Claro que hay días en que necesito más siestitas que otros, porque esa mañana o el día anterior me he pasado y parece que estoy todo el día durmiendo (es una frase que también oigo mucho) y que me voy a levantar de esa siestita como una reina, y la verdad es que no, que sigo con dolores, cansada, pero un poco renovada para seguir el día a día, hora a hora, minuto a minuto.
“Tienes que hacer ejercicio”, lo oigo todo el tiempo, y ¿cómo lo hago si cada paso que doy es un mundo? Pues tengo que darlos, uno detrás de otro. Planear las actividades, limitar las mismas, priorizar y saber que en cualquier momento la máquina se para y ya está.
¡Qué bien me hace una frase de aliento, un chiste de esos malos con los que tanto me río, una llamada de teléfono, un masajito suavecito, un besito de mis hijas y mis sobrinos, el ofrecerme una infusión para que deje de llorar, ver cómo juegan a la Wii o a la Play mientras sigo tumbada, cantar una canción en el karaoke aunque no sostenga el micro, ver una película entretenida, escuchar las historias del día….!
Gracias a todos los que me miman y me dan ánimos y dejan que llore mientras intentan sacarme una sonrisa, sin ellos, yo no estaría aquí.
Parece que hay una lista interminable de cosas por hacer.
¿Por dónde debería comenzar? Mientras pienso en ello, todo lo que me gustaría hacer es volver al sillón para acostarme. ¿Por qué me siento así? Es como si hubiera un enemigo dentro de mí y siempre perdiera la batalla, uno de los muchos disfraces tras los que se esconde la FATIGA CRÓNICA.
Tareas tan “normales” como levantarme de la cama, a cuestas con la rigidez matutina de mis músculos (lo sé, me acabo de levantar y tendría que sentirme mejor, pues no), preparar el desayuno o recogerme el pelo con una coleta me dejan tan cansada, que después de ducharme me tengo que tender un rato y levantarme de nuevo para volver a la vida diaria. ¿Atarme cordones ?, ¿abotonarme camisas? Para qué, si hay unas sandalias con velcro estupendas y camisetas que salen planchaditas de la secadora.
¿Y esos seis o siete peldaños que tengo que subir o bajar para llegar al garaje? Soy una de esas mujeres anónimas que han culminado la subida a todas las montañas más altas del planeta, al menos a mi me lo parece.
Cada cosa que hago va bajando el nivel de energía que tengo y la fatiga aumenta por arte de magia. Eso sin contar con el dolor generalizado, la impotencia por no poder hacer las cosas, la incomprensión tan destructiva de los que no ven mi enfermedad, porque es “invisible”, el deseo y la frustración, la negación y la aceptación, y seguir intentando hacer un poquito más hasta que realmente estoy agotada y me duele todo el cuerpo y los calmantes no me alivian y lloro de desesperación y de tristeza.
No quiero que mis hijas me vean así, tumbada en el sofá sin poder moverme, disimulando las lágrimas cuando puedo, sintiendo que el cuerpo en el que vivo no me responde. Yo estoy dentro, atrapada, derrotada. Hay enfermedades peores, ya lo sé, pero eso no me ayuda en los momentos de crisis agudas.
Tengo que aprender a parar cuando aún estoy a tiempo de recuperarme. Dicen que el descanso es la solución más evidente para lidiar con la fatiga, una siestita corta, por ejemplo, un período de descanso que le da a mi cuerpo una oportunidad para recuperar el control. Claro que hay días en que necesito más siestitas que otros, porque esa mañana o el día anterior me he pasado y parece que estoy todo el día durmiendo (es una frase que también oigo mucho) y que me voy a levantar de esa siestita como una reina, y la verdad es que no, que sigo con dolores, cansada, pero un poco renovada para seguir el día a día, hora a hora, minuto a minuto.
“Tienes que hacer ejercicio”, lo oigo todo el tiempo, y ¿cómo lo hago si cada paso que doy es un mundo? Pues tengo que darlos, uno detrás de otro. Planear las actividades, limitar las mismas, priorizar y saber que en cualquier momento la máquina se para y ya está.
¡Qué bien me hace una frase de aliento, un chiste de esos malos con los que tanto me río, una llamada de teléfono, un masajito suavecito, un besito de mis hijas y mis sobrinos, el ofrecerme una infusión para que deje de llorar, ver cómo juegan a la Wii o a la Play mientras sigo tumbada, cantar una canción en el karaoke aunque no sostenga el micro, ver una película entretenida, escuchar las historias del día….!
Gracias a todos los que me miman y me dan ánimos y dejan que llore mientras intentan sacarme una sonrisa, sin ellos, yo no estaría aquí.
Es genial. Deberías envíarlo a un periódico.
ResponderEliminarJodida realidad, que podria decirse mas alto, pero no mas claro.
ResponderEliminarMil besos, mil sonrisas.
Elo.
En estos momentos me gustaría estar contigo y darte un abrazo, estoy lejos pero sabes que te quiero y que estoy y estaré a tu lado.Un beso enorme.
ResponderEliminarGloria
Me parece que habrá que practicar más eso del Karaoke, las canciones de ABBA me encantan!...........Y MEJORAR MI INGLESSSSSSSS
ResponderEliminar....Cómo me duele saber que sufres de esa forma y te entiendo en muchas cosas...es tan real lo que expresas que se puede sentir. Te lo digo con todo mi cariño y "desde mi experiencia diaria"; EN LA LUCHA ESTÁ EL ÉXITO!!! No es fácil (que me van a contar...) pero no tires la toalla mi niña. La vida merece la pena vivirla y si hay que ir contra corriente pues vamos, pero no de forma amarga porque si todos los días luchamos contra "la marea" ese día hemos ganado. Y al día siguiente igual y todos los que siguen. ¿qué conseguimos con la amargura y tristeza?? PERMITIRLE QUE GANE y no apreciar que dentro de tí hay fuerzas para luchar. Canta, Ríe y llora cuando tú corazón lo sienta pero no dejes que solo llore porque eres una persona maravillosa que tiene mucho que recibir de quienes te queremos con una familia que te adora!!!. TE QUIEROOOO MUCHO PILI, NO DEJES DE LUCHAR!!!!
ResponderEliminarPara la artista, para que siga culminando su jornada diaria, para que siga creciendo en sus palabras... eres genial, ánimo campeona, un besote enormeeeeee, Juany
ResponderEliminarA veces la vida se vuelve más injusta con quién menos debería.Una vez me hablaste de héroes anónimos, y sin duda tú eres una de ellos. Sigue luchando como lo haces porque eres la mejor madre y profesora posible.
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