Ayer me majé un dedo. Y bien majado. Nada hacía presagiar tal acontecimiento. A veces, las pocas, ves venir los accidentes, pero la mayoría no. Fue una tontería. Y vaya si me duele. Ahora mismo está latiendo que da gusto. Espero que el Universo se entere. Ya tengo el cupo de este año.
Hace dos me rompí la rodilla cruzando un paso de peatones. El año pasado fue la nariz la que se rompió, y estuve una temporada viendo el mundo con otros ojos, ya que no podía ponerme las gafas.
La entrada del otoño trae la caída de las hojas, y en mi caso debo ser un árbol caduco, pues todo ha ocurrido en esta época. No me considero una persona supersticiosa, pero tenía una cosilla en el estómago, un desasosiego, preguntándome si me tocaría este año romperme algo. Pues ya está. Me quedo tranquila.
El fantasma pasó por mi lado y sólo me rozó un dedo. El dedo corazón. El de la mano izquierda. Todo un simbolismo si lo quiero interpretar así.