Caperucita lila se sentía perdida. Caminaba y buscaba, pero no sabía lo que quería. No se sentía lo suficientemente buena madre, hermana, hija, amante o amiga.
Era como si estuviera sorda, ciega, muda y por mucho que le dijeran no veía su propio interior.
Un día se atrevió a pedir ayuda, con la incertidumbre de no saber si se la merecía.
Y le llegó un regalo en forma de palabras, muchas palabras, el regalo de ella misma.
Y lo aceptó emocionada y sintió como si cada palabra se posara sobre su cuerpo dulcemente. Se fueron derritiendo, penetrando por los poros de su piel hasta llegar a su corazón. Y algo pasó. Algo muy importante. Se abrió la compuerta de la comprensión y la aceptación.
Su capa lila está llena de estrellas plateadas que brillan e iluminan su mundo y le recuerdan que no está sola.
Gracias a todos los que me enviaron sus estrellas.