Me gustan las cajas. Siento una especial predilección por ellas, comparable incluso al hecho de coleccionar búhos.
La idea de tener un mueble con cajoncitos pequeños donde poner cosas me resulta fascinante.
Me lo imagino de muchos colores, lila, verde, fucsia, amarillo, azul....y con pomos de formas variadas, redondos, plateados, negros o de colorines.
En cada uno de los cajoncitos pondría algo diferente. En uno de ellos estarían las preocupaciones, en otro, proyectos que quiero realizar, en otro, cosas que tengo que hacer, en otro, miedos de todo tipo, en otro, besos, abrazos y caricias que quiero dar y recibir, y así se me ocurren muchas "cositas" para meter en los cajones.
Lo fantástico sería que pudiera abrir uno de ellos, por ejemplo, el de las preocupaciones y dedicarme a él, ver lo que tengo, darle la vuelta, sentirlo y cuando ya tenga suficiente ponerlo todo de nuevo de vuelta en el cajoncito y cerrarlo y que se quede todo dentro. Y después abrir otro cajón, el dedicado a las canciones que me gustan, por ejemplo, y escucharlas y bailarlas, cantarlas o cualquier cosa que se me ocurra, disfrutar el contenido sabiendo que el del anterior, el de las preocupaciones, no se está saliendo porque el cajón esté atiborrado o mal cerrado. De eso me encargo yo. Limpieza de primavera. Quiero un mueble bien compartimentado. Que cierren bien los cajones y que sean misteriosamente mágicos. Que sea sólido y a la vez ligero, fácil de limpiar por dentro y por fuera, una pieza única y original que lleve siempre conmigo.